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VISITANOS EN NUESTRO BLOG: httpladecimamusalibreriavirtual.blogspot.com Editorial: Gredos Origen: Madrid, España Edición: 2004 Páginas: 340. Tapa dura.NUEVO INTRODUCCIÓN LUIS A. DE VILLENA. TRADUCCIÓN Y NOTAS CARLOS R. MÉNDEZ Casi al principio de Les Chats de Maldoror (Los Cantos del Maldodor) hay una línea, cuyo anhelo pertenece plenamente al autor, aunque éste parezca querer esguinzarse: “Lector, quizás desearas que invocase al odio en el comienzo de esta obra”. Los Cantos Maldoror ha salido considerarse una obra atípica, la llamarada de luz negra de un espíritu torturado muy al inicio de la modernidad, y acaso tal exactitud tenga sus deficiencias. Que su autor fue un espíritu convulso, incluido el posible arrepentimiento de esa convulsión, sin duda es cierto. ¿Pero es Los Cantos de Maldoror una obra atípica, dentro del romanticismo negro, que es el pilar fundamental de cierto simbolismo decadentista, y que luego será redescubierto por el Surrealismo? Algo de excepcional, por excesivo, hay en Los Cantos, incluso mucho de excepcional, si se quiere, pero nada atípico en el momento. Recordemos que el propio Isidore Ducasse, cuando solicita dinero al banquero que administra en París los fondos de su padre, alude en una carta al carácter de la obra que ha escrito. Le dice al banquero Darasse, el 12 de marzo de 1870, que el editor ha rehusado distribuir sus poesías ya editadas –habla de Los Cantos- porque “la vida aparece en ellas pintada con colores demasiados amargos, y teme al procurador general. Es algo en el estilo del Manfred de Byron y del Konras de Misckiéwickz, pero, con todo, bastante más terrible”. En esta carta volvemos a ver cómo situaba Ducasse, ante los demás, su libro poemático. Le dice a Verboeckhoven, el 23 de octubre de 1869: “ He cantado el mal como han hecho Misckiéwickz, Byron, Milton, Southey, A. de Musset, Baudelaire, etc… Naturalmente he exagerado un poco el diapasón para hacer algo nuevo en el sentido de esta literatura sublime que no canta la desesperación sino para oprimir al lector, y hacerle desear el bien como remedio”. Podemos afirmarlo Isidoro Ducasse sabía donde estaba. No sé si dudaba de lo que podría hacer o de por dónde fuera el futuro, pero sabía situar con tino su obra. Luis Antonio de Villena HACEMOS ENVIOS A TODO EL PAIS Y AL EXTERIOR
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